Biblio-Patio, un recreo entre libros

Cuando pienso en los recreos de mi colegio, no solo se me vienen a la mente carreras por el patio o conversaciones entre amigos, también recuerdo un rincón especial, un espacio diferente que rompía con la rutina y nos invitaba a perdernos entre historias: la biblioteca al aire libre.

Era un lugar sencillo, pero con un encanto único. Unas estanterías llenas de libros, bancos de madera y cojines coloridos que nos esperaban bajo la sombra de los árboles. No era obligatorio estar allí, pero siempre había alguien hojeando un libro, sentado en el suelo o compartiendo historias con otros. Aunque su creación llego un poco tarde para mi por que ya no salía al patio, me encantó la idea de poder sumergirse en una lectura mientras sentías la brisa o escuchaba el murmullo del patio a lo lejos.

Más allá de ser un simple espacio de lectura, era un sitio donde pasaban cosas. A veces había cuentacuentos, sobre todo para los más pequeños, donde se reunían para escuchar historias en voz alta. Otras veces se organizaban pequeños debates literarios, en los que compartíamos nuestras opiniones sobre los libros que íbamos descubriendo. También recuerdo los intercambios de libros: llevábamos un libro de casa y nos llevábamos otro prestado, como si estuviéramos explorando un mundo nuevo cada vez.
Lo mejor de todo es que no importaba si eras de los que devoraban libros o de los que apenas leían por obligación en clase. Allí, la lectura se sentía diferente: sin presiones, sin exámenes, solo por el placer de leer. Algunos se sentaban a ojear cómics, otros preferían cuentos cortos, y otros simplemente hojeaban las páginas sin rumbo, disfrutando del momento.



Más que una biblioteca, su filosofía educativa

La biblioteca al aire libre no era una iniciativa aislada dentro de mi colegio. Formaba parte de una manera de entender la educación en la que el aprendizaje no se limitaba a las aulas, sino que se extendía a otros espacios y momentos del día.
En esta misma línea, el colegio ofrecía actividades como talleres de ajedrez, club de debate o teatro, que permitían a los estudiantes desarrollar habilidades más allá del currículo académico. Estas iniciativas buscaban despertar la curiosidad, fomentar el pensamiento crítico y crear un ambiente donde cada estudiante pudiera encontrar su propia forma de aprender y expresarse.



El impacto en los alumnos

Hoy viéndolo con ojos de futura pedagoga y maestra, me doy cuenta de lo valiosa que era esta iniciativa. No solo fomentaba la lectura, sino que también nos enseñaba a ver los libros como compañeros, no como tareas. De hecho, varias investigaciones sugieren que el acceso a espacios de lectura abiertos y dinámicos como este puede mejorar la comprensión lectora, la creatividad y hasta el rendimiento académico de los estudiantes.
Aunque en aquel momento solo lo veía como un sitio donde disfrutar de la lectura, ahora entiendo que aquella biblioteca era mucho más, una puerta abierta al aprendizaje libre, a la imaginación y al descubrimiento personal.

Comentarios

  1. ¡Hola Elena ! Me ha encantado tu artículo. me parece muy interesante cómo presentas este espacio no solo como un lugar de lectura, sino como una experiencia educativa integral. ¿Crees que iniciativas como esta podrían también funcionar como herramientas para reducir las desigualdades educativas o motivar especialmente a estudiantes menos interesados en la lectura tradicional? Tal vez sería enriquecedor reflexionar sobre cómo hacer estos espacios aún más accesibles o atractivos para quienes, por diversas razones, se sienten alejados del mundo de los libros. Gracias por compartir esta experiencia tan inspiradora, realmente invita a pensar en la educación desde un enfoque más abierto y creativo.

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    1. ¡Hola! Muchísimas gracias por tu comentario, me alegro mucho que te haya gustado el artículo.

      Respecto a tu pregunta, sí, estoy convencida de que iniciativas como el Biblio-Patio pueden ser una herramienta poderosa para reducir desigualdades educativas y motivar a aquellos estudiantes que no se sienten cómodos con la lectura tradicional. Precisamente porque no imponen, sino que invitan. Al romper con el esquema habitual del aula y ofrecer un espacio más libre y flexible y, creo que se favorece una relación diferente con los libros, menos condicionada por la obligación o la evaluación.

      Muchos niños y niñas que quizá no disfrutan leyendo en clase por falta de confianza, por miedo al error o simplemente porque no han encontrado su tipo de lectura, pueden descubrir en espacios así una nueva puerta de entrada al mundo de los libros. Además, si se diseñan pensando en la diversidad ofreciendo, por ejemplo, libros en distintos formatos, temáticas, niveles de lectura o idiomas, pueden llegar a ser mucho más inclusivos y equitativos.

      Para que estos espacios sean aún más accesibles y atractivos, sería interesante implicar al alumnado en su diseño y gestión así sentirán que forman parte de algo suyo, lo que refuerza su sentido de pertenencia y su motivación:)

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  2. Me parece una iniciativa super guay que podría implantarse en los centros para que los niños, como bien has dicho, se sientan libres de ojear los libros

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